Alejandro Fernández, amor a primera vista
Para historias de amor, la de Alejandro Fernández con el vino. Larga y tendida.
Nada como una visita a las históricas bodegas de Pesquera de Duero para darse cuenta de lo unido que está este hombre a la tierra y al fruto que extrae de ella.
Lisa, nuestra simpática guía, nos cuenta que no es inusual que se una a las visitas y disfrute de su compañía. Y así nos deja, mirando de reojo a la puerta por si tenemos esa suerte. Comenzamos la visita. No sorprende encontrarse allí con el lagar antiguo, con su viga, su piedra y su husillo, como recuerdo de los años en los que se labró el nombre y el renombre de unos de los mejores vinos de Castilla. Lo que sí sorprende es la nave de elaboración y de crianza. Como detenida en el tiempo y ajena a la fama que la envuelve, cede el protagonismo a los hombres que allí trabajan.
Rematamos la visita con la cata del mítico tinto Pesquera que sigue librando batalla con el mismo estilo de siempre, fiel a sus orígenes, buscando el equilibrio entre la fruta y la madera.
A punto ya de despedirnos, no hace su aparición Alejandro, pero sí Miquel. Trae bajo el brazo otros vinos de Alejandro. Otros y de otras tierras: Condado de Haza, también de Ribera (pero esta vez de Roa, Burgos), El Vínculo, de Campo de Criptana, en la Mancha, y Dehesa La Granja, de Vadillo de la Guareña, en Zamora. Nos sentimos afortunados por esta cata improvisada.
La reserva de Dehesa la Granja resulta ser nuestro favorito, muy afrutado, muy alegre, muy fino. De la misma bodega, descubrimos Peonía, una creación de su hija Eva Fernández. ¿Soplan aires nuevos en bodega? Quizás, ya veremos, lo que es seguro es que la gente seguirá siendo parte esencial de esta particular historia de amor con el vino. ¡Qué otro gran acierto el de Alejandro, fichar a Lisa y a Miquel!
Bodegas Alejandro Fernández, Pesquera de Duero, Ribera del Duero