De Alberto, el tiempo detenido
Dicen de Serrada que es un museo al aire libre donde escultores y pintores dan rienda suelta a su creatividad, pero lo cierto es que atesora otras riquezas y no solo en superficie. Nos acercamos a la localidad castellana en busca del Dorado y del tiempo detenido, y encontramos ambas cosas en las bodegas De Alberto, las de hijos de Alberto Gutiérrez.
Guiados por Rocío, comenzamos la visita bajo el forjado de madera y los pilares de una antigua casa de labranza fundada por la orden de los Dominicos en el siglo XVII. Desde aquí, nos adentramos en interminables galerías subterráneas y visitamos las distintas naves de crianza hasta llegar a un patio exterior donde largas hileras de damajuanas se doran al sol, ajenas al bullicio de bodega.
Como muchos pueblos castellanos, Serrada está horadado de galerías donde antaño se elaboraba y se conservaba el vino al resguardo de los calores del verano. Las de bodegas de Alberto conservan aún la impronta dejada por los dominicos y la huella de los muchos años de fermentaciones. Recorren más de un kilómetro a 15 metros bajo tierra, dibujando un complicado itinerario de estrechos pasillos flanqueados por antiguos depósitos de hormigón, algunos de ellos reconvertidos en botelleros.
De no ser por nuestra guía, sin duda nos hubiéramos perdido en el cruce de cuatro caminos. Pero por suerte, salimos del pasado para descubrir, ya en superficie, la elaboración tradicional del Dorado de Rueda, un verdejo encabezado, sometido a una crianza oxidativa en garrafas de vidrio a la intemperie, y envejecido después en botas de roble por el método de soleras.
De Alberto Dorado tiene el color del oro, el olor de los frutos secos y el sabor de las uvas pasas. Pero sobre todo tiene el encanto de lo auténtico, como la visita a esta bodega que te deja el buen sabor de boca de haber viajado al pasado y haber descubierto el Dorado.
Bodegas De Alberto, Serrada, D.O. Rueda