Matarromera y Emina, dos hermanas bien avenidas
Matarromera y Emina, como dos caras de la misma moneda, a tiro de piedra la una de la otra, y entre medias, el monasterio de Valbuena. Una propuesta para un día redondo.
Empezamos por Emina y su jardín de variedadesque nos hace soñar con finales de septiembre cuando las uvas estén maduras, ¿nos las dejarán probar? Continuamos por su museo del vino, situado en un atrio como el epicentro de una casa romana. Recorremos la historia de la Ribera y de Carlos Moro, con un ojo puesto siempre en la bodega que se ve desde lo alto y le da a Juan pie para contarnos mil curiosidades sobre el vino y la bodega. Y sobre sus mil proyectos: trazabilidad, sostenibilidad, biomasa, destilería, complementos alimenticios, cosmética… y el restaurante, la almazara, la casa rural… Habría que estar aquí más de un día para conocerlo todo. Pero no hay tiempo, nos urge ir a Matarromera y completar la visita.
Matarromera es distinto, aquí nos adentramos en bodega y en sus entresijos, los depósitos, la línea de embotellado… Tocamos las barricas y los botelleros. La sentimos cerca. Y por fin, los vinos. De sus muchas referencias, Sandra nos ofrece un Verdejo sobre lías de Emina Rueda, fresco y untuoso. Y dos grandes clásicos: Matarromera Reserva que se nos antoja goloso y caprichoso por sus muchos aromas y Matarromera Prestigio, algo más serio, con un delicado equilibrio entre la intensa fruta negra y los tostados. Ya nos vamos, nos espera una nueva experiencia, la del hotel balneario Monasterio de Valbuena.
Matarromera y Emina, D.O. Ribera del Duero